Los Frutos de la Palabra

Theoloscience

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Por Abba Jimmy (Theoloscience)

Comencemos leyendo Lucas 8:4–15.

Y cuando se reunía una gran multitud y la gente de un pueblo tras otro venía a él, dijo en una parábola: “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Y mientras sembraba, parte cayó junto al camino y fue pisoteada, y las aves del cielo la devoraron. Y parte cayó sobre la roca, y creciendo, se secó, porque no tenía humedad. Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron con ella y la ahogaron. Y parte cayó en buena tierra y creció y dio el ciento por uno”. Mientras decía estas cosas, gritaba: “El que tiene oídos para oír, que oiga”.

Y cuando sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, dijo: A vosotros os es dado saber los misterios del reino de Dios, pero a los demás les es dado en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo puede que no entiendan.” Ahora bien, la parábola es esta: La semilla es la palabra de Dios. Los que están junto al camino son los que han oído; entonces viene el diablo y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Y los de sobre la roca son los que cuando oyen la palabra, la reciben con gozo. Pero éstos no tienen raíz; creen por un tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. Y en cuanto a lo que cayó entre los espinos, ellos son los que oyen, pero en su camino son ahogados por los cuidados y las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura. En cuanto a la buena tierra, son los que, oyendo la palabra, la retienen con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.

Sembrar y cultivar la tierra es una tarea ardua y díficil. La buena cosecha de buenos frutos requiere preparación y cuidados programados en el tiempo.

Si queremos recoger buenos frutos podemos comenzar por visualizer los frutos que deseamos. Qué queremos cosechar? Qué frutos quiero tener y disfrutar a su debido tiempo?

Hagamos una lista de los frutos deseados en las cuatro áreas que hacen nuestra vida más complete y plena: Intelectual, física, social y espiritual.

Por ejemplo en nuestra faceta intellectual, podríamos desear frutos como: Aprender a tocar un instrumento musical, aprender otro idioma, leer “El Quijote de la Mancha” de don Miguel Cervantes, iniciar y terminar una maestría, un doctorado, etc.

En el área física de nuestra vida, podríamos desear el fruto de perder un número determinado de kilogramos (sin causar daño a nuestra salud), hacer ejercicio físico tres o cuatro veces a la semana, dormir siete horas diarias, reducir el consumo de grasas saturadas y bebidas azucaradas, etc.

En el área social, podríamos desear el fruto de darnos más tiempo cada semana para cultivar amistades valiosas, tomar clases de “danzón” o “cha-cha-cha”, iniciar un “club de lectura” (o participar en alguno ya establecido), ofrecer mi ayuda dos horas a la semana (o más de dos) en algún ministerio de la iglesia, atender reuniones sociales con buena disposición cuando me invitan, etc.

En el área espiritual podríamos desear los frutos de orar más y mejor, leer la Biblia y vidas de santos media hora todos los días, sembrar paz y alegría a mi alrededor, hacer un rertiro anual, hacer los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, no faltar a la celebración de la Misa dominical, (y prepararme debidamente para una participación más plena, dinámica y frutifera), revizar todos los días el santoral (que santo recordamos cada día), crecer en mi ralación íntima con Dios por medio de un examen diario de consciencia, poner una sonrisa en mi cara cuando estoy en la iglesia, quejarme menos y agradecer más, dar más y pedir menos, etc.

Por supuesto que en la parabola del Sembrador, Jesús quiere que nosotros crezcamos como sus discípulos. Entonces si leemos esta parabola cuidadosamente y la meditamos, vamos a poder extraer de ella las guías y la inspiración para dejar que la Semilla de la Palabra del Hijo de Dios se plante en nosotros.

La parabola del Sembrador nos exhorta a preparnos para que la Palabra del Hijo caiga en buena tierra y también nos previene de los peligros que existen y que impiden a la Semilla dar frutos.

Terminemos con una oración:

Señor, aquí estoy. Quiero preprarme para recibirte y darte la preferencia en la multitude de mis ocupaciones. Enviame la fuerza, el poder de tu Espíritu para que yo pueda cultivar la Semilla de Tu Palabra con perseverancia en mi vida. Gracias Señor por haber venido y por haberme llamado.

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