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En la Fiesta de Pedro & San Pablo Apóstoles

4 min readJun 28, 2025

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Lecturas del día:

  • Primera lectura: Hechos 12, 1–11
  • Salmo responsorial: Salmo 33, 2–9
  • Segunda lectura: 2 Timoteo 4, 6–8.17–18
  • Evangelio: Mateo 16, 13–19

Homilía

Queridas hermanas y hermanos en Cristo,

Hoy celebramos con alegría a los santos apóstoles Pedro y Pablo. Dos hombres distintos: uno pescador galileo de carácter impulsivo, el otro fariseo culto y ciudadano romano. Pero ambos tienen algo en común: fueron elegidos, transformados y enviados por el mismo Cristo para edificar la Iglesia con su fe, su predicación y su sangre.

1. Cadenas rotas, fe viva (Hechos 12)

La primera lectura nos sitúa en una cárcel. Pedro está encerrado, esposado con doble cadena, custodiado por dieciséis soldados. Herodes lo ha encarcelado para ganarse el favor de los poderosos. Y sin embargo, algo más fuerte que los barrotes sucede en el fondo: la comunidad está orando insistentemente por Pedro.

Y es entonces cuando el ángel del Señor irrumpe en la celda, una luz brilla en medio de la oscuridad, las cadenas caen, y Pedro es liberado.

Lo que esta escena nos enseña no es solo un milagro del pasado. Es una imagen de la Iglesia cuando ora con fe. Porque hay muchas prisiones hoy: el miedo, la depresión, las heridas del pasado, la confusión moral, la culpa. Y también hay muchas cadenas que no se ven.

Pero cuando la Iglesia ora, las puertas se abren, y la gracia actúa. Pedro no fue liberado por estrategia, sino por oración. Y esa misma gracia está disponible para nosotros hoy.

2. Bendecir en medio de la batalla (Salmo 33)

El salmista proclama:
“Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca.”

Esto no es poesía decorativa. Es una decisión espiritual. Alabar a Dios en todo tiempo, incluso en la prueba, es un acto de fe profunda.

La alabanza no es negación del sufrimiento. Es afirmación de que Dios está presente incluso cuando no lo entendemos. Es lo que hizo Pedro cuando pudo dormir en la cárcel. Es lo que hace la Iglesia cuando canta con esperanza en medio de la adversidad.

También dice el salmo:
“El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.”

Hoy más que nunca, necesitamos recuperar esa confianza. Aunque no veamos al ángel, su campamento está en nuestra casa, en nuestro hospital, en nuestra situación.

3. Pablo, derramado hasta el final (2 Timoteo 4)

En la segunda lectura, San Pablo escribe su testamento espiritual. Ya no pide más cartas, ni planes de misión. Solo dice:
“Estoy a punto de ser derramado en sacrificio… He combatido el buen combate, he terminado la carrera, he conservado la fe.”

Aquí no hay que buscar drama ni exageración. Solo una serenidad profunda de quien vivió en fidelidad.

Y añade:
“Me espera la corona de la justicia, que el Señor… me dará a mí, y no solo a mí, sino a todos los que esperan con amor su venida.”

Pablo no fue mártir por amargura ni por ideología, sino por amor a Cristo. Y su esperanza no era en esta vida, sino en la corona eterna, la recompensa prometida a todo aquel que espera con amor el regreso del Señor.

La pregunta es: ¿estamos esperando con amor? ¿O solo estamos sobreviviendo?

4. La Roca y las Llaves (Mateo 16)

El Evangelio nos lleva a un lugar significativo: Cesarea de Filipo. Un centro de idolatría y poder político. Allí, rodeado de templos paganos, Jesús hace la gran pregunta:
“¿Quién dicen ustedes que soy yo?”

Pedro responde:
“Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.”

Y Jesús no solo lo felicita. Lo transforma. Le dice:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… te daré las llaves del Reino…”

Aquí nace la Iglesia, no como una institución humana, sino como una realidad divina fundada sobre la fe confesada por Pedro.

Las llaves que recibe Pedro no son símbolo de privilegio, sino de servicio, de custodia, de autoridad humilde. Y Jesús promete:
“Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.”

No significa que la Iglesia no sufrirá. Significa que nunca será destruida, porque su fundamento es Cristo, y su testimonio es de mártires como Pedro y Pablo.

Aplicación concreta

Hermanos, estas lecturas no son solo historia. Son también nuestro llamado hoy.

  • ¿Estás encadenado por algo? Cristo quiere liberarte.
  • ¿Te cuesta alabar en medio de la lucha? Él te escucha.
  • ¿Sientes que tu carrera de fe está cansada? El Señor te sostiene.
  • ¿Estás dispuesto a confesar a Cristo, con tu boca y con tu vida?

El mundo necesita ver una Iglesia que no vive de nostalgia ni de costumbre, sino de fe viva, como la de Pedro y Pablo.

Conclusión

Pedro confesó:
“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.”

Y Jesús le respondió:
“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia.”

Esa confesión no fue un momento aislado. Fue el inicio de una misión que continúa hoy en ti y en mí.

Y si hoy tú puedes mirar al Señor y decir con sinceridad:
“Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo,”

Entonces Él también te dice:
“Tú eres mío. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ti.”

Amén.

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Written by Theoloscience

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